La gastronomía de los antiguos romanos contaba con platos
exquisitos y muy apreciados por los paladares más exigentes como el
callo de la trompa de elefante o la carne de asno, un tiempo muy de
moda. Ahora se organizan fiestas ibicencas en las que todos los que
toman parte en ellas visten con prendas de color blanco. Sabemos que el
emperador Domiciano invitó a cenar a un selecto grupo de invitados. Para
ello preparó una sala enteramente pintada de negro, con los muebles
igualmente de ese color. Los platos tenían forma de lápidas sepulcrales y
los camareros iban pintados de negro. La comida era negra, como la que
se usaba para hacer ofrendas a los difuntos y del único tema que hablaba
el emperador era de la muerte y de asesinatos. Todos esperaban de un
momento a otro que ordenara cortarles la cabeza, hasta que les dio
permiso para marcharse a su casa tras aquella fiesta sorpresa. Llegaron a
sus casas, muertos de miedo, y recibieron costosísimos obsequios de
parte de Domiciano. Menuda broma.
Parece que es falsa la idea, muy extendida, de que los
romanos ricos reservaban una habitación llamada vomitorium, al que se
retiraban a devolver para continuar comiendo. El término aparece de
manera tardía, y aún se emplea, para designar al lugar por el que la
multitud entra a los teatros y anfiteatros hasta llegar a las gradas.
En casas de Pompeya se escribía en las paredes de los
comedores mensajes sobre normas de comportamiento: «¡No eches miradas
lascivas a tu alrededor y aparta tus ojos zalameros de las esposas de
otros! ¡Y pon de una vez una expresión decorosa!». El famoso garum o
salsa de pescado servía para condimentar otros alimentos como la carne,
era fabricado en muchos lugares del Imperio, por ejemplo aquí en Cartago
Nova y en su costa como el actual enclave de Los Nietos. Todo apunta a
que anteriormente lo conocían los griegos, quienes le pusieron ese
nombre gáros, una especie de pez que desconocemos, principal de sus
ingredientes al que se le sumaron otros muchos pescados como caballa y
mariscos. Lo nombran los autores teatrales atenienses Esquilo y Sófocles
en el siglo V a. C.
El cordobés Séneca narraba en sus Cartas que parecía el
garum fuego en la boca, provocando pestilentes eructos. Aunque Juvenal
escribía que la esposa era más pestilente que el marido cuando eructaba
bellotas. Muchos autores consideran que prácticamente sería incomestible
para los ciudadanos de hoy día por su fuerte sabor y por las úlceras de
estómago que podría provocar. No conocemos la receta exacta de su
confección, por eso el profesor Javier García del Toro ha venido
realizando para las Fiestas de Romanos y Cartagineses un garum de su
propia inventiva, adaptado a los paladares actuales, no tan bravíos.
Cómo sería de fuerte que era utilizado para curar externamente
quemaduras, aunque Plinio advirtiera que no se debía decir a los
pacientes que se les aplicaba garum cuando eran mordeduras de cocodrilo,
dolor de oídos o hemorroides. Debía escocer un montón.
Las delicias e innovaciones gastronómicas se daban entonces
como ahora en la alta cocina, que nombraba a sus platos con largas y
poéticas denominaciones: Jabalí cazado mientras soplaba un suave viento
del sur. Aparece en las Sátiras de Horacio. Otros refinamientos pijos
era la Casa Dorada de Nerón, el comedor redondo giraba continuamente
sobre sí mismo, de día y de noche.
Los chistes que han llegado hasta nosotros mostraban
escepticismo en la justicia y rencor ante los poderosos y sus tropelías
contra el pueblo. Otros son muy ingenuos: Un cerebrito (término
utilizado para designar a un tonto) que justo tras haber enterrado a su
hijo, se encuentra por casualidad con el maestro de éste y le dice:
Lamento que mi hijo no haya ido hoy a clase. Verá usted, está muerto.
No era una sociedad idílica porque en muchos hogares la
mejor comida era para el padre, obligado a trabajar y mantener a toda la
familia, a costa de la mal nutrición de niños y mujeres. Los niños eran
víctimas de malos tratos, asumidos por la sociedad. Caso extremo era el
de los expósitos a los que mutilaban para mandarlos a mendigar. Los
sentimientos femeninos eran considerados como irracionales y los
esclavos mineros aniquilados físicamente por el esfuerzo del trabajo y
por los latigazos. Un mal gesto o la murmuración de alguno de ellos
bastaba para que se les quebrara las piernas. Los esclavos eran
violados, tanto ellos como ellas y algunas quedaban preñadas. Los
prófugos eran crucificados o quemados vivos. No debemos decir nunca que
cualquier tiempo pasado fue mejor.
FUENTE:http://www.laverdad.es/murcia/v/20131002/cartagena/costumbres-antigua-roma-20131002.HTML
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